El primer Albatros
Vi algunos petreles planeando a nuestra popa. Jugando tal vez con la corriente invisible que generamos con las velas, o esperando quizá a que arrojásemos por la borda residuos orgánicos (con permiso de la convención Marpol). La cámara que dedicamos casi excusivamente a fotografiar aves anda lista como el rifle de una cabaña ártica, siempre a mano, lista para empuñar y disparar.
Pasaban unos minutos de la puesta de sol. Por la mañana habíamos fotografiado ya algunos preciosos petreles de “anteojos” y daba la impresión de que habían regresado.
En la bañera, a babor, me apoyé sobre uno de los winches para estabilizar la cámara. Miré al cielo, la vista puesta en el horizonte, entre el oleaje, intuyendo el paso de una ágil silueta negra. Inmediatamente, el mundo pareció detenerse al percibir una gigantesca presencia blanca que perforaba el cielo azul oscuro.
Me di cuenta en un instante de que era nuestro primer albatros viajero. Allí estaba su alteza de los cielos oceánicos, siguiendo nuestra embarcación. Sentí los latidos de mi corazón. El instante era silencioso, íntimo, casi secreto. Tomé algunas fotos pero dejé la cámara para disfrutar a simple vista del espectáculo.
Es muy tentador pormenorizar aquí los increíbles detalles que podemos leer sobre estas aves en las guías que llevamos a bordo. Pero no soy un experto en aves, sólo me gusta mirarlas y fotografiarlas. Pero si te apetece ampliar información acerca de las aves con las alas más largas que existen (su envergadura puede superar los tres metros), acerca de estos seres superiores, no lo dudes, ve y consulta en tu buscador favorito. Sus comportamientos familiares y reproductivos, su lealtad a la comunidad, su amplia autonomía de vuelo (en torno a unos veinte mil kilómetros en pocas semanas, o incluso años sin tocar tierra), hacen del albatros viajero o errante y del albatros real una de los seres más venerados y especiales.
Todos estos meses de preparativos, visitas al astillero y trabajo de oficina empiezan a dar frutos. El barco está llegando al sur. El Vinson of Antarctica ha visto su primer albatros errante; el primero de cientos, lo sé.
Pronto navegaremos en el Océano Antártico rodeados de ellos, y en breve desembarcaremos a biólogos o equipos documentalistas para que los observen en sus colonias reproductivas en remotas islas subantárticas. Muy pronto.
Son como las ballenas o los delfines, parece que puedes llegar a normalizar su presencia, pero su espíritu limpio, su majestuosidad, son tan fuertes que nunca te dejan indiferente.