Isla Moffen
Las cartas náuticas están atiborradas de islas. Hay días en los que a cada rato pasamos al lado de una. Otras veces hay tantas a nuestro alrededor que tenemos que serpentear entre ellas. Algunas son poco más que una roca que aflora a la superficie, grandes pedruscos. Otras son islotes, lugares en los que uno ya podría hacerse una cabaña, dar un buen paseo, pasar una temporada.
Hay tantas y uno se acostumbra tanto a esquivarlas, que casi nunca me entristece pasar de largo ante ellas. Pero de vez en cuando se activa un mecanismo de curiosidad, de ilusión, de capricho. A veces una isla te llama. Pero no hay tantas ocasiones en las que puedas permitirte dedicar tiempo a visitarla. Lo normal es que la meteorología, la expedición, el viaje, te impidan desembarcar en ellas. Esas son ocasiones para practicar la conformidad, para recordar que ya tenemos todo lo que necesitamos. Pero esos momentos no están reñidos con nuestro lado más tintiniano. Coger unos buenos prismáticos y acercarse para pasarla tan cerca cómo el fondo del mar te permita. Investigar, chismorrear. ¿Qué aves marinas han venido a verte?¿Cuál es su vegetación? ¿Tiene colores bonitos? ¿Hay árboles? ¿Flores?
Esta vez habrá poca vegetación. Isla Moffen es una isla minúscula por encima del paralelo ochenta, en el Ártico. En latitudes tan altas no se ven árboles, no hay ningún tipo de vegetación que levante más de cinco centímetros del suelo. Leyendo todo lo que hay disponible a bordo sobre la isla, sabemos que si conseguimos pasar muy cerca podríamos ver a una buena colonia de morsas que han fijado allí su residencia. La isla es muy baja, apenas levanta tres metros de altura. Nos encontrábamos ya muy cerca pero no la veíamos. Con la ayuda del radar dimos rumbo al cabo que queda más al sur. Podremos pasar a un poco más de trescientos metros. Tras el telón blanco, poco a poco la niebla empezó a regalarnos escenas.
Primero el perfil de la isla con una distintiva señal de navegación de maderas rojas apiladas. Después, de entre medio de esa nube, como si se tratara de un sueño, apareció una familia de morsas amontonadas.
Y en la punta más al sur, en el momento en el que estuvimos más cerca del islote, vinieron a saludarnos, alegres, simpáticos, valientes, con sus bigotes y esos buenos colmillos, sus pobladores más curiosos.
Kenneth Perdigón,
Skipper
22 de agosto de 2021