Navegando con las estrellas (II): La estrella Polar y el Kemal
Proseguimos nuestro viaje hacia al sur.
Cuando las nubes lo permiten, el cielo nos regala un espectáculo que no nos cansará jamás: la danza de las estrellas.
Sólo una estrella permanece inmóvil en el transcurso de la noche: la Polar. Brilla en su lugar exacto, cinco veces a la izquierda de la línea formada por Dubhe y Merak, las «guardas» de la Osa Mayor.
Cualquier intento de comprender la navegación astronómica en toda su dimensión pasa por un viaje en el tiempo al pasado. Se trata de un arte antiguo que proviene de una época en la que no había alternativa posible, es resultado de una necesidad.
Ese punto fijo en un universo móvil y cambiante como el océano resultó tremendamente valioso cuando el hombre empezaba a aventurarse lejos de la costa conocida y necesitaba orientarse. Sin embargo, la importancia de la Polar para los antiguos navegantes va incluso más allá de señalar el norte con precisión.
La mayoría ignora la importante información que nos revela su altura, su ángulo sobre el horizonte. Y es aquí donde entran en juego la simetría y la belleza de la esfera.
En el Polo Norte, la latitud es de 90º y la Polar aparece en lo alto, a 90º sobre el horizonte.
En el ecuador, la latitud es de 0º y la Polar se encuentra en el horizonte, a 0º por encima de él.
Esta relación directa se aplica independientemente de cuál sea la latitud, en cualquier punto del hemisferio Norte.
Esto significa que, una vez identificada la estrella polar en el cielo nocturno, todo lo que hay que hacer para conocer nuestra latitud es medir su ángulo sobre el horizonte. Así de simple.
Dos ejemplos:
Si uno logra medir la altura de la Polar en Barcelona, el ángulo resultante será 41º20’N. Esa es exactamente su latitud.
Makkum, lugar de nacimiento del Vinson, está 12º de latitud más al norte que Barcelona, por tanto la Polar se halla 12º más alta en el firmamento en Makkum de lo que está en Barcelona.
Para medir la altura de la Polar con precisión se requiere el uso de un sextante y práctica, pero este principio puede demostrarse incluso sin instrumentos, con las manos desnudas: Con el brazo bien estirado, la palma abierta de nuestra mano abarca unos 20º; el puño cerrado 10º, el pulgar 2º y el meñique 1º. Hagan ustedes mismos la prueba y verán su latitud con un error de 2 o 3 grados.
Fue Vasco da Gama, de regreso de una de sus expediciones a finales del siglo XV, quien describió e introdujo en Portugal el kemal, un instrumento asombrosamente simple, considerado el primer instrumento de la navegación astronómica y precursor del sextante.
En esa época los portugueses solían contratar a pilotos árabes para que los guiaran en su expansión por el Índico.
El kemal consta de un pequeño rectángulo de madera con un agujero en el centro, de donde sale una cuerda fina con nudos. Cada nudo corresponde a una latitud, a un puerto habitual de recalada.
Este simple instrumento llegó a convertirse en una verdadera carta de navegación, hasta tal punto que lo que diferenciaba a un experimentado piloto era el kemal que llevaba colgado al cuello. Él mismo lo había confeccionado con el transcurso de los años, haciendo un nuevo nudo cada vez que visitaba un puerto por primera vez.
Su funcionamiento era simple. El piloto ponía el nudo entre los dientes y tensaba la cuerda, la arista inferior del kemal debía quedar alineada con el horizonte y la superior con la estrella Polar.
Pongamos un ejemplo de su funcionamiento: Supongamos que una embarcación se encontraba en medio del mar Arábigo y quería dirigirse a Bombay, en la India. Se navegaba rumbo norte siguiendo la Polar y cada noche el piloto salía a cubierta a medir su altura. Ponía el nudo correspondiente a Bombay entre dientes, y estiraba la cuerda hasta alinear la arista inferior del kemal con el horizonte. Si la estrella quedaba oculta detrás de la arista superior, Bombay seguía estando al norte y ordenaba mantener ese rumbo.
La noche en la que la estrella coincidía con la arista superior, el piloto ordenaba poner rumbo al oeste ante los ojos estupefactos de la marinería, que no entendía cómo podía saber que ya había llegado el momento de virar y arrumbar a puerto…
Justo cuando surcamos aguas portuguesas, tierra de grandes navegantes y exploradores, hemos construido con los medios de a bordo un rudimentario kemal.
Sirva como humilde homenaje a los intrépidos navegantes que nos precedieron.
Jordi Griso.
Navegante
16 de octubre de 2021