Penguin Expedition (II): El cerco del león marino
Somos un equipo de investigadores de pingüinos, pero aquí, en Georgia del Sur, cada mañana empieza con un tipo distinto de encuentro con la vida salvaje… A diario, cuando vamos a visitar las colonias de pingüinos, nos enfrentamos al cerco de los lobos marinos.
Si nunca has estado en Georgia del Sur, esto quizá te suene a broma. ¡Pero si las focas son adorables! Largos bigotes; ojos enormes; la capacidad de hacer equilibrios con una pelota en la nariz a cambio de pescado… Pero en Georgia del Sur estamos en su territorio.
La tripulación del Vinson nos confía un palo o un remo. Nuestras instrucciones consisten en no liarnos a golpes, pero cuando atacan debemos agitar en alto los palos, y a los que se muestren especialmente tenaces bastará con darles un toque disuasor de remo en la aleta.
Cuesta recordar estas instrucciones las primeras veces que nos rodean lobos marinos gruñunes. Algunos de nuestros puntos de desembarco cuentan con un par de cientos de estas focas junto a las que debemos pasar, y cada mata de hierba de tussok es un posible lugar de reunión del lobo marino.
Intimidan los 200 kg que pueden alcanzar los machos, pero son las focas madre las que percibes como una verdadera amenaza: Métete entre una foca madre y su cachorro y lo lamentarás.
La presencia del lobo marino antártico aporta algo de emoción a nuestras visitas a los pingüinos, y es maravilloso ver cómo prosperan estos animales en Georgia del Sur después de que en el siglo XIX les dieran caza, casi hasta la extinción, debido a sus pieles.
No se sabe con exactitud cuántos lobos marinos antárticos viven ahora en Georgia del Sur, pero de unos pocos grupos aislados a finales del siglo XIX hemos pasado a millones de ejemplares en toda la isla, y su número va en aumento. Todas las playas están cubiertas de focas apalancadas, y en cada fondeadero cuando nos asomamos por el costado del Vinson las vemos nadar.