Islas Joubin. Territorio inexplorado
Hace unos días entendí algo que Skip dijo en una ocasión: «Aún queda territorio inexplorado en las regiones polares.» Eso es lo que sentimos al dirigirnos hacia el archipiélago Joubin, próximo al extremo suroeste de la isla Anvers.
Acompañamos a una expedición científica. Los ornitólogos y pingüinólogos que acogemos nos han facilitado una serie de localizaciones a donde quieren ir. Recogen muestras y datos de algunas especies de pingüinos para sus estudios. A menudo, estos lugares son los sitios conocidos de la Antártida, bien cartografiados y documentados, con un montón de instrucciones sobre dónde desembarcar, qué hacer y qué no. Pero hay un par de lugares en su lista –las islas Joubin y Rosenthal– muy alejadas de la ruta habitual.
A bordo llevamos un programa de navegación que nos permite ver y utilizar las rutas por donde anteriormente han pasado otras embarcaciones. De hecho, Alec, nuestro líder en la expedición, durante años ha hecho ha abierto varias de estas rutas. Pero no hay sendas marcadas en los archipiélagos de la cara occidental de la isla de Anvers.
Así es como de repente nos vemos inmersos en la exploración. Navegamos a ciegas en busca de fondeaderos y pasos, todo ello a través de aguas inexploradas; utilizamos la sonda gráfica para que nos permita ver el perfil del fondo marino; seguimos, a veces por medio de la imaginación, adivinando lo que hay bajo la quilla, pendientes siempre de la forma que adopta la tierra más cercana. Otras veces, cuando el fondo marino sube trepidante, obedeces lo que te dicen las tripas, paras el barco al instante y quizá viras a babor… ¿o mejor a estribor?
Pasamos un día en las islas Joubin y por la tarde navegamos hacia el archipiélago de Rosenthal. A través de un fondo muy rocoso encontramos un anclaje pasable entre un islote y un glaciar asombroso. Los científicos pasaron todo el día siguiente trabajando allí.
La aventura y el riesgo son muy subjetivos, dependen de los sentimientos de cada uno. Lo que para mí es exploración y aventura puede ser desagradable para otras personas, o incluso aburrido y rutinario para otras.
Pero la belleza, la naturaleza salvaje y la paz son totalmente ajenas a esta percepción. Lo mejor de apartarse tanto del camino es ser testigo presencial de la pureza, de la armonía de la Naturaleza en su máxima expresión. Son lugares clandestinos y secretos. En nuestra ausencia total, pingüinos, focas, peces, ballenas, petreles y otros seres parecen seguir conviviendo en una vida armónica y equilibrada.