Unas palabras de José
Hay muchas cosas en la vida que no podemos cambiar, las cosas son como son, el ejemplo más fácil de esto es el tiempo. ¡Hoy llueve!
Así que estamos dentro del barco viendo llover, atentos a cómo caen las gotas del cielo. Se distinguen algunos picos nevados, muchos árboles de un verde intenso.
Hoy ha vuelto la quietud, volvimos a amarrarnos al muelle y a pertenecer a un lugar, aunque sea unos pocos días, unas horas, un instante.
La travesía empezó de modo lento, contra el viento, contra corriente, después el viento fue calmando y todo fue mejorando, ¡hasta el viento nos empujó!
Al principio tuvimos que romper la pereza de salir. En tierra estaba cómodo, empiezas a hacer amigos, conocidos, lugares familiares, y así nos vamos acomodando y relajando.
Fue una travesía increíble.
Viajo para conocer gente, descubrir culturas, gustos, colores, sabores, olores, ver cómo se pone el sol en diferentes lugares, cómo vive la gente aquí o allá, que no hay un único modo de vivir.
También me gusta ver con qué disfruta la gente.
Con los pocos años que tengo viajando y viviendo hay una cosa que me encanta ver en los demás: las pasiones, los amores.
Puede tratarse de un carpintero, un panadero, una madre que prepara la comida para su hijo antes de ir a la escuela. Cuando la gente hace lo que realmente ama le brillan los ojos de cierta manera, su energía es completamente diferente, infinita.
Tengo esa sensación desde que me subí a este barco: la de estar cerca de personas que hacen lo que realmente quieren hacer en este momento y en este lugar.
Todo cambia cuando las personas están presentes, a gusto con lo que hacen.
Recuerdo lo que me decía un soldador que conocí: mientras está el barco en el astillero no se puede soldar pensando en otra cosa más que en soldar; o un carpintero debe estar con la atención puesta en lo que hace con formol y martillo. La pasión nos lleva a sacar lo mejor de nosotros mismos, independientemente de nuestra edad, porque no hay edad para hacer lo que nos gusta, la energía sale desde adentro
Hay miles de personas que trabajan a diario en aquello que los apasiona: artesanos, músicos, poetas… gente que se entrega por amor al arte, sin pensar más que en hacer su obra, para los demás, para compartir, para hacer de este mundo algo mejor.
Esa gente me inspiró sobre cómo vivir.
Navegar durante varios días siempre sienta bien. Recomiendo un pasaje largo al año, mínimo 10 días lejos de todo rastro humano aparte de los tripulantes de a bordo.
Es relajante ver cuánto hay que no necesitamos de tierra, volver a ver que no pertenecemos a ningún país, simplemente a nuestro barco. Porque, eso sí, el barco es siempre lo primero, atento a cada cosa que le suceda y que vaya cómodo: si se esfuerza mucho un rizo, si le cuesta más vela, siempre un poco de limpieza, orden y empatía… «Ahora se mueve menos, ahora va más rápido». Son cosas que te pasan por la cabeza durante una travesía. Después de todo es nuestro hogar.
No sé qué tendrá que ver todo esto con la navegación. Puedo asegurar que no se puede fingir que te guste navegar a lugares remotos. Hace frío en verano, llueve y hay muchas horas de luz, y mucho viento.
La verdad es que me gusta esto, y volvería aunque las condiciones no fuesen las mejores. Hoy estoy donde quiero estar, no pienso en otro lugar que no sea aquí, en este barco amarrado con neumáticos de camión a un pontón flotante, sobre un cielo que nunca oscurece.
José Gritti
Tromsø,
29 de junio